Los versos robados de Tutivillus

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POR Santiago Erazo

Abril 18 2024
San Juan en Patmos de El Bosco. Tutivillus está abajo, a la derecha, tratando de arrebatarle la pluma al santo.

Wikimedia Commons

El diablillo en cuestión guardaba los errores durante las liturgias en un saco y con el tiempo se convirtió en el causante de que los escribas medievales omitieran palabras, que las tuvieran que tarjar o borrar desprolijamente, o que copiaran lo que no era. Lo llamaban Tutivillus, el “demonio de los copistas”, como lo describió el historiador francés André Vernet. Aunque se sospecha que su etimología remite a Tutilina, divinidad agrícola menor del panteón romano responsable de proteger los cultivos durante la época de cosecha, el consenso es que el nombre del demonio es onomatopéyico y tiene que ver con el tintineo de los tinteros. Pequeño, malvado y ágil, durante la Edad Media fue el terror de los copistas.

Siete siglos después, los que hacemos revistas y libros aún tenemos algo de amanuenses, de escribas que escudriñan pergaminos digitales devenidos en papel, y sabemos de los diablitos que andan saltando entre páginas durante las revisiones y las correcciones finales del proceso editorial. Precisamente, en nuestra última edición de El Malpensante, la 257, Tutivillus estuvo tocando el cristal de nuestros tinteros, pero su presencia la advertimos tardíamente.

Ocurrió con “Yosemite”, uno de los poemas de Santiago Espinosa, cuya selección titulamos igual que el poemario suyo que recoge ambos poemas: “Cuadernos de California”. Un error final en la diagramación hizo que el poema terminara antes de lo esperado. En la versión del número anterior, el poema cierra así: "no el eco de ciudades / sepultadas / sino el silencio / compactado / entre la roca inmensa / y arriba"

El diablillo hizo un buen trabajo, pues en la lectura de pruebas aquel final no nos hizo ruido. Al contrario, nos pareció que tenía sentido que el poema finalizara así, con esa descripción de un silencio compactado entre una roca y aquel “arriba” que parece apelar a ese mismo silencio y que cierra el poema con el gesto de quien mira el espacio entre el paisaje rocoso y el cielo.

Tras haber reparado en ella, la omisión nos hizo pensar en esas formas insospechadas que tiene la poesía de actuar incluso desde el error. Los hablantes del poema de Santiago empiezan diciendo: “Cansados del lenguaje / elevamos la mirada”, y quizá por eso no deja de ser curioso que un poema que parte de la búsqueda del silencio termine callando varios de sus versos en nuestra versión.

Lo cierto es que de cuando en cuando les ocurre a los poetas que una errata o una supresión refuerzan una determinada intención o crean un nuevo sentido. Como aquella vez en que el poeta inglés W. H. Auden descubrió que la editorial Faber había dejado pasar una errata en su poema “Journey to Iceland”. Si en el original se leía “The poets know the name of the seas” (“Los poetas conocen el nombre del mar”), en la publicación del libro quedó algo igual o más lírico: “The ports know the name of the seas” (“Los puertos conocen el nombre del mar”).

Con todo, no quisiéramos que los lectores solo se quedaran con la versión asordinada de “Yosemite”. Por eso les dedicamos una cuartilla a Santiago Espinosa y a su bello poema, y lo publicamos completo, con los versos restantes. Se dice que en su saco, Tutivillus guardaba sílabas, palabras y salmos enteros, así que de entre esa mochila de letras hurtadas hemos rescatado los últimos versos del poema que reproducimos a continuación, mientras agarramos de las patas al diablillo y le ofrecemos una disculpa a Santiago:

YOSEMITE

Cansados del lenguaje 
elevamos la mirada

más alto 
que los 
troncos 
y la ruta 
de los 
halcones

hacia la 
helada 
blancura 
del granito

no la presión 
sino las 
migraciones 
celestes

no el eco de ciudades 
sepultadas
sino el silencio 
compactado
entre la roca inmensa

y arriba
donde la voz
ya no se escucha

pasan serenas 
las esporas
la nieve

el viento
y las montañas 
se levantan.

 

- Santiago Erazo

ACERCA DEL AUTOR


Santiago Erazo

Es el editor de El Malpensante. En 2019, recibió el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia. Ese año publicó su primer libro, el poemario Una llaga en el cielo (Premio Nacional de Poesía Obra Inédita de la Tertulia Literaria de Gloria Luz Gutiérrez). Parte de su trabajo ha sido incluido en revistas nacionales e internacionales, así como en varias antologías de poesía, y traducido al chino para el libro El canto del cóndor, antología de poesía colombiana contemporánea (Uniediciones, 2021).